Hace 3 años exactamente me encontré un gatito chiquitito que lloraba desesperado, era tan pequeño que cabía en la palma de mi mano. Era de madrugada y el pobre estaba asustado, mugroso y tenía muchísima hambre. Al principio me tenía miedo y siempre se escondía de mi. Se notaba que llevaba varios días pasándola mal, su pancita estaba llena de bichos y estaba muy delgadito. Decidí rescatarlo y nombrarlo Bambú.
Los gatos tiene fama de ser mascotas fáciles, pues no hay que sacarlas a pasear y solitos hacen sus necesidades en el arenero. Pero este pequeño no fue nada fácil. Durante los primeros meses de su vida conmigo se dedicó a maullar y saltar sobre mi toda la noche. Se hacía pipí en todas mis pertenencias (ropa, sofá y cualquier cosa que oliera a mi) y por si eso fuera poco me atacaba con uñas y dientes cada que tenía oportunidad. No jugaba, en realidad me atacaba 🙁
Total esos meses que no pude dormir, tenía ojeras, arañazos y olores de pipí en todos lados fueron de lo más difícil. Sin exagerar, yo lloraba y pedía consejos desesperada a gente que supiera de gatos. Aunque mi vida cambió radicalmente a causa de él, nunca paso por mi mente regalarlo a alguien pues a pesar de lo mal que la pasaba también me daba mucho cariño y ya lo quería demasiado.
Con el tiempo fui aprendiendo más de él y empecé a leer muchísimo sobre gatos, pues aunque su conducta era muy rebelde sabía que no estaba endemoniado y no quería hacerme daño realmente, sólo me hacía falta entender que necesitaba y así lograr que cambiara su conducta.
3 años he pasado viviendo con él y ahora que he leído más, entiendo que sólo era un gatito desesperado que quería atención. Tenía aproximadamente 4 semanas cuando lo encontré y no había tenido oportunidad de aprender lo que su madre tenía que enseñarle ni tampoco de convivir con hermanitos que le enseñaran a socializar y jugar suavemente.
Con el tiempo también me di cuenta que no le encantaba estar encerrado todo el día en mi departamento pues cada que abría la puerta quería salir a explorar. Por eso mismo conseguí un arnés y empecé a llevarlo desde muy chiquito a dar pequeños paseos a la azotea del departamento o a algún lugar seguro donde se entretuviera un poco y saciara su curiosidad.
Bambú hoy en día es un gato bien portado, le encanta la gente y socializar con las visitas, siempre está pegado a mi cuando estamos en casa y se porta de maravilla. Es un poco nervioso cuando se enfrenta a cosas desconocidas pero siempre gana su curiosidad y después de un rato decide salir a explorar. Aún se emociona jugando pero ya sé que no mide su fuerza y, aunque duelen sus mordidas, ya nos entendemos y sabemos hasta dónde jugar.
Si tienes un gatito que te está causando problemas tendrás que aprender a leer lo que te quiere decir y hacer los cambios necesarios para que puedan vivir en paz. Seguramente te lo agradecerá y en poco tiempo tendrán una muy bonita relación.